miércoles, 12 de septiembre de 2012

Lo primero es lo primero.

Un agricultor contrajo una enfermedad en los ojos y decidió ir al médico. Como creyó que era muy caro, pensó ir al veterinario, que meses antes había curado a su burro por un módico precio.
El veterinario le aplicó en los ojos un emplasto que solía utilizar con las caballerías, pero el hombre quedó ciego.
El agricultor lo denunció, y se presentó ante el juez reclamando justicia.
-Señoría, este hombre me ha dejado ciego. Utilizó una medicina que en vez de curarme me ha perjudicado aún más.
-Pero este hombre es veterinario, ¿por qué no acudió a un médico como sería lo normal?
-Señor, yo soy pobre y no podía permitirme los honorarios del médico. El veterinario debería haberme advertido de las consecuencias de su medicina.
-Señor -dijo el veterinario, que hasta el momento había permanecido en silencio.-Yo siempre trato el mal de ojos de las caballerías del mismo modo y siempre con excelentes resultados, ¿por qué a este asno iba a recetarle algo distinto?
-Pero yo no soy un asno. -respondió el agricultor.
-No es cierto señor juez, si en vez de un asno fuera un hombre, habría ido al médico. Mejor se hubiera preocupado de su salud antes que de su bolsillo.
El juez absolvió al veterinario.


A veces lo barato sale caro, ¿verdad?

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